EL PAGANISMO EN LA SOCIEDAD ACTUAL: UNA REFLEXIÓN CONTEMPORÁNEA

Este artículo es una reflexión personal acerca de la orientación del pensamiento occidental y los modos de vida de la sociedad actual, los cuales presentan una serie de carencias a nivel de valores y una falta de sensibilidad hacia algunos aspectos fundamentales para la vida del ser humano y el entorno que le cobija. El paganismo, como forma de contra-cultura y alternativa de vida, puede ayudar a la sociedad a ser más consciente de estas carencias y buscar soluciones desde un punto de vista crítico.

El sentido del paganismo en la sociedad actual

El mundo occidental se encuentra dividido en una dicotomía de estilos de vida que imposibilita un desarrollo pleno del individuo. Por una parte, seguimos fuertemente ligados al intelectualismo científico que comenzó con algunos filósofos clásicos como Aristóteles, que continuó con algunos pensadores como los empiristas ingleses o Kant(entre otros) y que ,más tarde, se ha visto impulsado por generaciones de inventores y científicos provenientes de las más diversas áreas del conocimiento, que nos han ido haciendo la vida más fácil en algunos aspectos. Este flujo ideológico se sustenta en un racionalismo ligado a la lógica formal en la que la “temida” palabra espíritu no tiene cabida, así como tampoco los complejos sentimientos que posibilitan la humanidad de nuestra especie.

Aristóteles y Platón en La Escuela de Atenas de Rafael Sanzio

Como consecuencia de este fuerte arraigo a la razón, otras corrientes de pensamiento buscaron desesperadamente una vía para la recuperación de la espiritualidad del hombre, ya desde la época de Platón. Sin embargo, el anclaje férreo, bien en el puro cientifismo o bien únicamente en aspectos del alma, ha llevado a muchos a lo largo de la historia de la humanidad a convertirse en locos iluminados o fanáticos intransigentes. Esta continua contraposición entre alma y razón, se ha visto en diferentes momentos en la necesidad de un equilibrio utópico que aún no ha hallado su centro a pesar de los intentos de filósofos, predicadores, médicos y psicólogos, entre otros, ansiosos, como cualquier otro ser, por encontrar lo que con muchos sinónimos se esconde con el nombre de felicidad.

Desde mi punto de vista, considero que uno de los mayores problemas del ser humano es que no es consciente de su propia complejidad y de que está interconectado con un montón de elementos de los que, en menor o mayor medida, depende. Uno de los pensadores modernos que más me ha hecho reflexionar en este aspecto es el francés Edgar Morin, que habla del ser humano como “Homo complexus”, compuesto por varias dimensiones: la cósmica, la terrestre y la propiamente humana, que se escinde y que al mismo tiempo continúa la de los animales. Morin habla de nosotros como seres cósmicos porque somos una pequeñísima parte del infinito cosmos, cuya grandiosidad nos permite adoptar una postura humilde respecto a nuestra existencia y nuestro papel dentro de ese cosmos. Además de la condición cósmica, poseemos una condición terrestre. Como seres vivos del planeta dependemos de la biosfera terrestre que nos cubre, nos alimenta y nos influencia, otorgándonos una señal de identidad global.

Edgar Morin

Por otro lado, disponemos de una condición propiamente humana conseguida a través de un proceso de evolución biológica que, por una lado, nos diferencia del resto de especies animales, y , por otra, nos hace estar unidos al resto de ellas. El rasgo más distintivo de ruptura, sin duda, es la capacidad de usar sistemas simbólicos como el lenguaje, base fundamental para desarrollar una cultura.

Una cultura en sí misma nace y evoluciona a partir de las relaciones humanas y con en el entorno, cuya base se encuentra, como ya he adelantado, en la complejidad del pensamiento que permite el uso de sistemas simbólicos como los diferentes lenguajes tanto verbales como no verbales, la expresión numérica, el arte, la mitología y los diferentes sistemas religiosos que pasan a formar parte del folklore, etc. Esto hace posible llevar las sensaciones, pensamientos y emociones de nuestro yo interno hacia el exterior, respondiendo a la retroalimentación constante por la cual somos estimulados y a la que damos respuesta. Partiendo de estas premisas, es por lo que considero que nuestro desarrollo como individuos, unido al entorno natural y a la cultura, puede ayudarnos a dejar fluir nuestros sentidos para abrirnos a sensaciones y sentimientos que estamos poco acostumbrados a experimentar y que desarrollan un papel fundamental en nuestra comprensión del mundo y sobre todo de quienes somos.

Actualmente, volver a reconectarnos a nuestro entorno y disponer de un sentimiento de identidad sólida es compleja ya que, cada vez más, vivimos colapsados por un ritmo de vida que obliga a unos ciclos de cambio vertiginosos que nos hacen navegar a la deriva sin posibilidad de encontrar nuestro centro. Hemos dejado de lado recrearnos con la belleza de la tierra que nos acoge desde que nacemos y que nos alimenta maternalmente con su aire, su energía y las criaturas que nos sirven de sustento. Hemos dejado de observar sus ciclos y los de los astros que nos observan desde lo alto, de seguir sus leyes que permiten el equilibrio entre necesidades y recursos, las mismas que nos han hecho ser lo que somos en cuanto a evolución biológica.

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Conexión con la naturaleza.

De esta manera, poco a poco, la humanidad se ha visto forzada a establecer ciclos artificiales a los que tratamos de adaptarnos a duras penas por creernos superiores a todo, ejerciendo un dominio sobre los recursos que garantizan nuestra continuidad que, más que ayudarnos a subsistir, acrecientan nuestro ego.

A nivel cultural a veces nos sentimos también un poco colapsados por la gran diversidad de etnias y costumbres que llegan a nosotros. Aunque esto no debiera suponer un problema, ya que todo en nuestra naturaleza también es diverso y eso es lo que ha permitido la evolución de las especies, a veces nos sentimos asombrados, otras veces maravillados y otras, por desgracia, abrumados y hasta “invadidos” por la fidelidad que algunas etnias mantienen respecto a sus raíces y, en definitiva, a quienes son. En ocasiones me pregunto y, al mismo tiempo, me convenzo que estos sentimientos aparecen porque estamos olvidando nuestra propia identidad y apenas tenemos algo propio que poder intercambiar, sin ocasión de sentirnos orgullosos. Por eso deseo tomar como punto de partida y poner énfasis en la importancia de recuperar al menos parte de las raíces de la cultura indoeuropea, pues encuentro que son un punto de referencia básico del cual podemos aprender mucho sobre quienes somos y así poder obtener algunas ideas que nos sirvan para volver a reconectar con nuestra propia complejidad, dependiente del ambiente que nos mantiene vivos. Con frecuencia, en este mundo de prisas y en constante cambio, nos olvidamos de mirar al pasado histórico y cultural en el cual se encuentran parte de nuestra esencia y nuestros modos de vida, los cuales han ido transformándose con el paso de los años pero que, en el fondo, conservan más vitalidad de la que suponemos que en su momento tuvieron a pesar de encontrarse difusas entre las modas y devenires de la vida de hoy. Con esto no quiero decir que tratemos de vivir como la Edad de Piedra, pero sí que readaptamos las formas que nos sean útiles y observemos atentamente los errores cometidos en tiempos pasados para intentar no volver a reproducirlos.

El paganismo, o mejor dicho, el neopaganismo, como intento de reconstrucción de parte de la forma de vida y la religión ligada a la tierra y los ciclos naturales de nuestros ancestros indoeuropeos, que empezaron a crear su sistema religioso entre el Paleolítico y el Neolítico, es una ideología socio-cultural y religiosa que contempla la naturaleza y todos los seres que habitan en ella, incluyéndonos a nosotros, como una compleja red vital interrelacionada en la que el desarrollo del individuo se realiza en base a la libertad y diversidad que caracterizan el funcionamiento de nuestro planeta, pero ,al mismo tiempo, a través de la observación, la comprensión y el conocimiento de cada elemento de esa red, incluidos nosotros mismos.

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Pinturas prehistóricas de los primeros habitantes de Escandinavia.

Como decía Morin, con otras palabras, estas condiciones junto a la cultura (en este caso indoeuropea) son las que permiten desempolvar nuestras señas de identidad. Sin embargo, es necesario dejar muy claro que el neopaganismo no es ni mucho menos una corriente uniforme, ya que el folklore de cada pueblo, por muchas semejanzas que tenga con sus vecinos, es único, ya que ni el entorno ni las personas que interpretan lo que ocurre en él son las mismas. Incluso dentro de un mismo pueblo o región, cada familia tenía y alguna aún mantiene sus costumbres particulares, sin olvidar de que cada individuo es quien se encarga de forjar su propio destino, sin condenarle por ello.

Con lo que he comentado hace un momento he adelantado parte de lo que iba a introducir a continuación: el paganismo no es una moda transitoria. El paganismo, con mayor o menor presencia, as? como los creyentes de las antiguas fuerzas de la naturaleza, han mantenido sus convicciones principales entremezcladas con costumbres cristianas y profanas de cada pueblo para poder seguir subsistiendo y manteniendo el que consideraban su verdadero sentimiento de identidad, más allá de los límites oficiales marcados por los países. La ?poca de la Inquisición que se extendió desde el medievo hasta la Ilustración , fue un periodo oscuro en cuanto a tolerancia ideológica y sobre todo religiosa. Gracias al espíritu romántico hubo una mayor apertura hacia el sentir espiritual y, por supuesto, se contagió un orgullo por las raíces culturales en unas condiciones antes jamás experimentadas. Esto ha contribuido en gran medida a la reconstrucción actual de parte del paganismo de antaño. La influencia de las más o menos socialmente aceptadas tendencias New Age, a las que erróneamente se asocia con el neopaganismo, han permitido un contexto medianamente favorable para que esta forma de vida pueda ir , poco a poco, dándose a conocer al mundo exterior. El avance tan rápido de la Ciencia , que casi ha llegado a convertirse en una doctrina de fe, también ha contribuido a despertar en algunos individuos que no tenían ni interés en la historia, la cultura, el folclore, la mitología o lo misterioso, la necesidad de desconectarse de un mundo de máquinas que, por una parte nos hace la vida tan fácil y, por otra, en ocasiones hace que perdamos parte de nuestra propia humanidad. En resumen, volvemos a hablar de las necesidades que ya se habían expuesto al principio.

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Iðunn y sus manzanas.

Sin embargo, a pesar de todo lo expuesto, no podemos olvidar que cada cual contempla sus propias necesidades y las de la sociedad en la que vive de formas muy diversas, que pueden coincidir o no, con las que se han presentado aquí . Incluso, aunque existan ciertas coincidencias, seguramente no se está de acuerdo en cómo llegar a esa comprensión de nuestra propia complejidad. Simplemente lo que pretendo con este escrito es poner al corriente de la existencia de esta corriente como una alternativa de vida más, entre tantas, y el aporte que, a nivel social, puede ofrecer como colectivo, ya que el ecologismo, la importancia de la cultura autóctona y la defensa de los derechos humanos son aspectos que pueden ayudar a crear entre todos un futuro mejor para nuestros hijos.

 

Texto de Mary Bamble para Gotland Forn Sed – Ásatrñu Blog Oficial

Bibliografía:

“Siete saberes para la educación del futuro”, Edgar Morin

“Psicología social”, Baron y Byrne

“Psicología social aplicada”, J.L. Fernández y S.Valera

“El Dios de los brujos”, Margaret A. Murray

“Segunda y Tercera infancia”, apuntes de Montserrat Martínez Zazo

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